La miringoplastia es un procedimiento quirúrgico que busca cerrar las perforaciones en el tímpano con el objetivo de reforzar la protección del oído y recuperar audición
El tímpano juega un papel absolutamente determinante en nuestro oído. Y, si se daña, los efectos en la salud ótica y auditiva pueden ser muy perjudiciales. Cuando esta membrana se perfora no solo puede acarrear una pérdida de audición, sino que también aumentan las probabilidades de sufrir infecciones. Y si no sana de forma natural podría ser necesario recurrir a la miringoplastia.
Esta cirugía se lleva a cabo para cerrar las perforaciones de la membrana timpánica, introduciendo un injerto, normalmente del propio paciente, que logra mejorar la capacidad auditiva y restaura la protección del oído medio contra, por ejemplo, posibles infecciones.
Pero no todos los profesionales de la salud están capacitados para ponerla en práctica. Esta labor recae en los especialistas en Otorrinolaringología, que examinarán a fondo el oído y la audición del paciente para decidir si es o no conveniente recurrir a la miringoplastia.
Antes de entender en qué consiste esta operación, es indispensable conocer por qué se puede producir la perforación del tímpano.
El paso previo: la perforación
En algunas ocasiones, la membrana timpánica se perfora como consecuencia de traumatismos o de infecciones en el oído. Pero en algunas ocasiones la miringoplastia se realiza como continuación de la miringotomía.
Esta intervención se suele poner en marcha en aquellos pacientes que tienen mocos en el oído. Para drenar el líquido que se esconde en el oído medio, los cirujanos efectúan una incisión de pequeñas dimensiones en el tímpano. Posteriormente, para equilibrar la presión interior con la presión ambiental y facilitar la salida de moco, se coloca un tubo de ventilación, también conocido como tubo de drenaje transtimpánico.
Esta cirugía, que también recibe el nombre de timpanostomía, es especialmente usual entre los niños y niñas. Los más pequeños tienden a padecer otitis media aguda con más frecuencia, puesto que su trompa de Eustaquio es más corta y más estrecha, de ahí que muchos sufran infecciones o acumulaciones de mucosidad en los oídos de manera constante.
Normalmente, estos tubos caen por sí solos con el paso del tiempo y, al cabo de unos meses, esa apertura se cierra sin necesidad de ninguna intervención externa. Pero si esto no ocurre habrá que entrar de nuevo en quirófano para extraer dichos tubos y cerrar el orificio.
Es aquí donde entra en juego la miringoplastia.

Cómo se lleva a cabo la miringoplastia
Durante este procedimiento, los cirujanos colocan un injerto para reparar la perforación de la membraba timpánica. Para ello, recurren a tejido de la propia persona afectada que, por regla general, se extrae del trago de la oreja o de la fascia del músculo temporal.
El acceso puede realizarse de dos formas distintas: o bien a través del conducto auditivo externo o bien mediante una incisión detrás de la oreja. Una vez allí, los médicos eliminan cualquier resto de infección o de tejido inflamatorio o cicatricial y, seguidamente, introducen el injerto.
En algunos casos es aconsejable realizar la miringoplastia en conjunción con la timpanoplastia. Una técnica que incluye la revisión del tímpano o, incluso, el reemplazo de alguno de los tres huesecillos del oído medio: el martillo, el yunque y el estribo.
Habitualmente, la miringoplastia se lleva a cabo durmiendo al paciente con anestesia general. Sin embargo, en función de sus características, en algunos casos excepcionales podría emplearse la anestesia local.
Del mismo modo, a pesar de que las personas suelen quedar ingresadas una noche en el hospital para controlar de cerca su evolución, a veces esta cirugía podría efectuarse en régimen ambulatorio, de manera que los pacientes reciben el alta a las pocas horas.
La recuperación tras la miringoplastia
Pero, ¿qué sucede una vez se abandona el quirófano? ¿Cuánto dura el postoperatorio? ¿Es muy molesto? ¿Qué medidas contribuyen a aliviar el malestar? ¿Qué consejos hay que tener en cuenta?
A diferencia de otras operaciones, en las que la recuperación es ardua y prolongada, la mayoría de personas que se someten a una miringoplastia no suelen experimentar altos grados de malestar ni secuelas graves.
Tras finalizar la operación, los médicos colocarán un tapón en el conducto auditivo. Estos se podrán retirar pasados unos días. Si el abordaje fue a través del pabellón de la oreja, suturarán la zona y retirarán los puntos al cabo de una semana.
Durante los primeros días es común experimentar ciertas molestias en el oído, como una ligera sensación de taponamiento, ruidos o dolor. Tampoco es extraño sentir algo de entumecimiento en el rostro o descubrir pequeñas manchas de sangre en los tapones o vendas. Ninguna de estas manifestaciones es alarmante, aunque se debe consultar cualquier síntoma preocupante con los especialistas.
El proceso de recuperación de la miringoplastia suele ser bastante rápido, pero para garantizar que todo sale bien es crucial seguir las recomendaciones de los médicos. Es importante evitar en la medida de lo posible la penetración de agua en los oídos y abstenerse de viajar en avión en el primer mes. Además, hay que extremar las precauciones a la hora de sonarse la nariz o estornudar para no someter a la zona a demasiada presión.
No obstante, una vez superado el postoperatorio, la miringoplastia permite obtener una mejoría muy notable de la audición y de la protección del oído.