Guía médica sobre la amigdalitis y fiebre alta: causas, síntomas, tratamientos eficaces y criterios para decidir cuándo es conveniente operar
La amigdalitis y fiebre alta es una combinación más común de lo que pensamos. Y, aunque muchas veces no pasa de un mal rato, hay situaciones en las que el cuerpo nos está avisando de que algo más serio ocurre. Detrás de lo que parece un simple dolor de garganta puede esconderse una infección que, si no se trata a tiempo, puede complicarse o incluso afectar a la respiración.
En nuestra consulta no es raro escuchar la misma preocupación: «Doctor, llevo varios días con fiebre y las amígdalas muy inflamadas, ¿debo preocuparme?». Y la verdad es que la respuesta nunca es igual para todos. Depende de la causa, de la intensidad y, sobre todo, de cómo responde el cuerpo.
En este artículo te contamos, de manera sencilla y clara, cuándo la amigdalitis y fiebre alta requieren vigilancia, cuándo basta con un tratamiento médico y en qué casos conviene valorar una cirugía de amígdalas.
Por qué aparece la amigdalitis con fiebre alta
Las amígdalas son dos pequeñas guardianas situadas al fondo de la garganta. Su función es defendernos de los virus y bacterias que entran por la boca o la nariz. Pero, a veces, en lugar de protegernos, se inflaman y se convierten en la fuente del problema.
La amigdalitis y fiebre alta suele deberse a infecciones virales —como las del resfriado o la gripe—, aunque en muchos casos el culpable es el Streptococcus pyogenes, una bacteria conocida como «estreptococo del grupo A».
Cuando esto ocurre, los síntomas se intensifican: el dolor de garganta puede ser tan fuerte que tragar se vuelve una tarea difícil, la fiebre supera fácilmente los 38,5 ºC y no es raro notar un cansancio general, ganglios inflamados en el cuello o ese aliento pesado típico de las infecciones.
Y es que más allá del malestar, esta combinación de amigdalitis y fiebre alta puede afectar nuestra rutina diaria: hablar, comer o incluso dormir se vuelve incómodo.
Si los episodios se repiten o no se tratan correctamente, la inflamación crónica puede dejar secuelas en las amígdalas y abrir la puerta a problemas mayores.
Cuándo preocuparse: señales de que puede ser grave
No todas las infecciones de garganta son iguales. Algunas se resuelven con reposo y analgésicos, pero otras requieren atención médica urgente.
Hay signos que deben ponernos en alerta: una fiebre que no cede tras tres días, dificultad para tragar incluso la saliva, cambios en la voz o la sensación de «tener una bola» en la garganta.
A veces, una de las amígdalas se inflama más que la otra, o el dolor se irradia al oído sin que haya un problema auditivo real.
Estos síntomas pueden indicar la presencia de un absceso periamigdalino, una acumulación de pus detrás de la amígdala que provoca fiebre alta, dolor intenso y, en ocasiones, dificultad para respirar.
En esos casos, no hay que esperar: es una urgencia médica que puede requerir drenaje o incluso ingreso hospitalario.
En nuestra consulta, el equipo suele realizar una exploración completa, analíticas o, si es necesario, una ecografía del cuello. A veces, lo que parece «otra amigdalitis más» revela una infección más profunda que conviene tratar con rapidez.
Tratamiento: cómo se maneja la amigdalitis con fiebre alta
El tratamiento depende de la causa. Cuando se trata de una infección viral, lo principal es aliviar los síntomas: descansar, hidratarse bien, mantener la garganta húmeda y controlar la fiebre con analgésicos y antiinflamatorios.
Pero si el médico sospecha un origen bacteriano, lo más adecuado es iniciar un antibiótico específico, generalmente amoxicilina o penicilina, durante una semana o diez días.
La tentación de abandonar el tratamiento antes de tiempo es grande, sobre todo cuando uno empieza a sentirse mejor. Pero esa es precisamente una de las razones por las que las infecciones regresan.
Terminar el ciclo completo evita recaídas y complicaciones como la fiebre reumática o las infecciones renales.
El Dr. Mayo insiste en que el entorno también influye: el humo del tabaco, los cambios bruscos de temperatura o el aire seco pueden irritar la garganta y favorecer nuevos episodios.
A veces, pequeños hábitos —como beber más agua, ventilar bien los espacios o cuidar la higiene bucal— marcan una gran diferencia.
¿Cuándo conviene operar las amígdalas?
La decisión de operar no se toma a la ligera. La amigdalectomía, que consiste en extirpar las amígdalas, se recomienda cuando la amigdalitis y fiebre alta se repiten tantas veces que afectan la calidad de vida.
No hablamos solo de pasar unos días malos, sino de personas que viven con infecciones recurrentes, dificultad para descansar o ronquidos intensos por el tamaño excesivo de las amígdalas.
En medicina, se suele considerar cirugía cuando los episodios son muy frecuentes —más de siete en un año o cinco por año durante dos años consecutivos—, cuando se han tenido abscesos periamigdalinos o cuando las amígdalas obstruyen la vía respiratoria y provocan apneas nocturnas.
La buena noticia es que, cuando la indicación es la correcta, la cirugía resulta muy efectiva. La mayoría de los pacientes notan una mejora inmediata: desaparecen los episodios de fiebre y las infecciones, se duerme mejor y se recupera esa sensación de bienestar que tanto se echa de menos.
El valor de una valoración profesional
Ante una amigdalitis y fiebre alta persistente, lo más sensato es acudir al otorrinolaringólogo. Un examen visual permite saber si las amígdalas están infectadas o si han quedado afectadas por episodios anteriores.
En ocasiones, se complementa con pruebas rápidas o cultivos para identificar la bacteria responsable.
El Dr. Miguel Mayo lo explica con claridad: «No se trata de quitar las amígdalas porque sí, sino de valorar cuánto está afectando la vida del paciente. A veces operamos no solo para evitar infecciones, sino para que la persona vuelva a descansar, a comer sin dolor, a tener energía».
Ese enfoque humano y prudente es clave para ofrecer una atención médica responsable y adaptada a cada caso.
Qué pasa si no se trata bien una amigdalitis
Ignorar una amigdalitis y fiebre alta o automedicarse puede tener consecuencias. Una infección mal tratada puede extenderse a zonas más profundas del cuello, llegar al oído medio o incluso provocar complicaciones en el corazón y los riñones.
Y aunque suene alarmante, ocurre con más frecuencia de la que pensamos, sobre todo cuando los episodios se repiten y se minimizan los síntomas.
Por eso, la recomendación es clara: ante un dolor de garganta intenso y fiebre alta, lo mejor es no esperar. Un diagnóstico temprano evita sustos mayores.
Recuperarse y prevenir: el paso más importante
Después de un episodio de amigdalitis y fiebre alta, el cuerpo necesita tiempo. Dormir bien, beber abundante agua, mantener una dieta equilibrada y evitar el tabaco son pequeñas acciones que ayudan a la recuperación.
En el día a día, el equipo del Dr. Miguel Mayo suele aconsejar medidas sencillas: lavarse las manos con frecuencia, no compartir cubiertos, tratar alergias o reflujo que puedan irritar la garganta y mantener un ambiente húmedo, sobre todo en invierno.
Y aunque parezcan detalles, son los que marcan la diferencia entre volver a caer o mantenerse bien durante meses.
Escuchar al cuerpo y actuar a tiempo
La amigdalitis y fiebre alta no siempre es motivo de alarma, pero cuando los síntomas son persistentes o repetidos, hay que actuar.
Escuchar al cuerpo, no automedicarse y consultar con un especialista es, al final, lo que evita complicaciones y mejora la calidad de vida.
Como resume el Dr. Miguel Mayo: «No todas las amigdalitis son iguales. Algunas se curan con reposo, pero otras esconden procesos más profundos que requieren cirugía. La clave está en valorar cada caso con calma y con criterio médico».
Si los episodios son frecuentes o afectan tu descanso, no lo dejes pasar. Una valoración a tiempo puede marcar la diferencia entre vivir con molestias constantes o volver a disfrutar de tu día a día sin miedo al próximo dolor de garganta.


